martes, 9 de julio de 2013


 

PARRAL EN EL CORAZÓN DE NERUDA

                                                                                                           Adolfo Márquez Esparza

                                                                                                           Historiador

 

 

Esta aventura en torno a Neruda comenzó en la época de estudiante liceano, en Chillán, a mediados de los años 70. De esa etapa de la vida son los recuerdos   más lejanos que guardo en la memoria en torno al poeta.

 Fueron pasando los años,  y la figura de Neruda se fue haciendo más recurrente, por  razones estudio, de  trabajo, por las relaciones de amistades, por los ideales y  por la lucha política del momento, o por lo que fuera. El caso es que cada día me sentía más cerca Pablo Neruda. Lo conocíamos un poco más en cada tertulia,  en la clandestinidad leíamos su poesía, la comentábamos, con ella encendíamos nuestra lucha, no en vano nos correspondió vivir el peor momento de la dictadura militar, era nuestra bandera de lucha. También, más de alguna vez quisimos enamorar a la chica de los sueños con algunos de sus versos. Lo conocíamos  cada vez más y aprendíamos a quererlo, a internalizarlo, a sentirlo nuestro. En muchas oportunidades su poesía sirvió para ilustrar algunas de nuestras charlas y conferencias, con el recordado profesor y amigo, el Maestro Enrique Gajardo Velásquez. También tomamos prestados algunos de sus versos para complementar algunas notas periodísticas en diarios y revistas. En algún momento Pablo se hizo parte nuestra, compañero permanente de nuestros días y de nuestra vida.

Pasa el tiempo y por esas cosas del destino llegué a trabajar, ejerciendo la docencia en el Liceo “Federico Heise Marti” de Parral. Gozoso por tal regalo de la vida pensé que podría acercarme más a nuestro Pablo. Pero, a poco andar,  la sorpresa y la decepción se hacen enormes.

En la conversación cotidiana con los alumnos, con algunos colegas, con la gente de la calle, en fin, con muchas de las personas con las que me fui relacionando, descubrí  que a Pablo no se le conoce en Parral, como debería ser con un hijo tan ilustre; como el hombre grande que es,  como el creador de emociones, como el hombre telúrico que nos estremece con su poesía. Y si alguien manifestó conocerlo,  fue por su filiación política, por ser un comunista. Durante mucho tiempo el sistema político se encargó de decir que el comunismo es malo y de allí entonces Pablo  también es malo, es un peligro para la sociedad,  y es preciso negarlo, ignorarlo, desconocerle. ¿Alguien se ha detenido a pensar en la perversidad del capitalismo?  ¿Qué decir de la violencia y del atropello a la dignidad de los pueblos que ejerce el imperialismo? ¿Alguien se ha preocupado de mostrarnos cómo la globalización ha atentado en contra de la identidad y de la soberanía de las naciones más débiles?

Otros muchos parralinos señalaron que no les gustaba Neruda o que no le consideraban porque el poeta nunca reconoció a Parral como su lugar de origen. No faltaron aquellos que  dijeron que Pablo negó ser hijo de esta tierra generosa. Los menos entraron en filosóficas discusiones y señalaron que Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, pero que el poeta Pablo Neruda, nació en Temuco.

Es una lástima tanto desconocimiento.  Bien hecho estuvo el trabajo de aquellos que se encargaron de negarlo, de borrarlo. Qué gran contradicción. Cuando en otras partes del  mundo se ocupan semanas e incluso meses para recordar y celebrar su nacimiento, aquí, en la tierra-cuna de su nacimiento  pasa casi nada.

En este instante se me viene a la memoria un discurso pronunciado por el  profesor y escritor Miguel Ángel Gutiérrez, allá en la ciudad de Achiras, provincia de Córdova, Argentina, cuando saludaba a una delegación de chilenos que tuvimos la suerte de estar allí unos días, en donde muestra cuánto se conoce y se quiere en otras latitudes a nuestro Pablo. Aquel profesor decía: “… saludo a los grandes de su historia, a Bernardo de O’Higgins, a José Miguel Carrera… y saludo a los grandes de su cultura,  y no puedo dejar de recordar a esa figura extraordinaria, a ese Premio Nobel que se llamó Pablo Neruda, que motivó a la juventud de toda América con sus Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada y que hizo pensar a los adultos de todo el mundo con su Canto General…” 

Vaya que nos falta mucho como chilenos, como coterráneos de este Hombre Grande,  de este hombre nuestro, que fue  capaz de imponerse en el mundo entero con su obra y con su lucha.

En el deseo contribuir de algún modo al redescubrimiento del poeta, del hombre que hay detrás de esa gigantesca obra literaria que nos legara,  y que de algún modo las nuevas generaciones de parralinos puedan  tener un acercamiento  al hombre y a la poesía de este coterráneo que paseo el nombre de Parral por el mundo entero, es que me di a la tarea de hurgar en su poesía y otros escritos en que el nombre de Parral brota claro y potente.    

 

Contra todo lo que se diga  sobre la relación de Pablo con su Parral natal y respecto de su negativa de reconocer a esta ciudad como su tierra de origen, es el propio poeta el que se encarga  de desmentir toda esa maquinación gestada por desalmados interesados  sobre manera  en ocultar al poeta. En este grupo encontramos desde alcaldes, políticos, patrones, pasando por profesores, simples vecinos e incluso curas. Sin embargo, son numerosas las creaciones en que Pablo hace referencia a que sus orígenes y los de su familia están aquí en Parral. También está la documentación oficial, comenzando por el acta del Registro Civil , de fecha 1 de agosto de 1904; y la fe de bautismo que se encuentra registrada en  los archivos del Obispado de Linares, en la página 269 del libro 39, correspondiente a los bautizos y bajo el Nº 1.033. En este documento se puede leer:

En la parroquia de San José de Parral a veintiséis de septiembre de mil novecientos cuatro puso óleo y crisma a Ricardo Eliecer de dos meses doce días de nacido hijo legítimo de José del Carmen Reyes y de Rosa Neftalí Basoalto lo bautizó el padre San Martín fueron padrinos de agua i óleo Manuel Ijidio Basoalto i Beatriz Basoalto del que doy fe. José Manuel Ortega.

 

 También existe gran cantidad de documentos familiares que vienen a reforzar  la  idea inicial del desconocimiento que se tiene de Pablo y de los vínculos que siempre mantuvo con Parral y con sus parientes que siguieron viviendo por estas tierras.

 

En esta parte haremos una revisión y un breve comentario –cuando corresponda-  de lo que dice Pablo respecto de su Parral. Esta demás decir que aunque la permanencia del niño en su ciudad natal fue muy breve, como consecuencia de la muerte de su madre y posterior traslado junto a su padre a la naciente ciudad de Temuco.  Él siempre mantuvo presente en su memoria el recuerdo de Parral, y aunque con el paso implacable del tiempo las imágenes  que guardaba desde niño se iban borrando, se aferraba afanosamente a lo poco que iba quedando.

“De Parral no tengo recuerdos de infancia…” confiesa el poeta. La tela del recuerdo se iba deshilachando en su frágil mente de niño, pero cada hebra era un tesoro que guardó siempre muy dentro del corazón.

Debemos recordar que viajó a Parral, pocas veces, es cierto, pero viajó a su tierra natal. Cuando niño lo hizo en busca de algún recuerdo de su madre y cuando hombre grande  fue a reencontrarse con sus raíces. Fueron pocas también las veces que se le consideró. A pesar que la fama ya le acompañaba a los veinte años de edad,  en Parral casi no se le conocía, menos podría querérsele.  Por eso es que en una visita que el poeta ya de estatura universal, hace a su Parral natal en 1967,  agradece al ex alcalde  Enrique Astorga  “que me ha vuelto a nacionalizar, a parralizar”. Quizás ya no queden recuerdos de este alcalde en Parral, espigado agricultor, militante socialista, amante apasionado de  mujeres hermosas y también de la poesía.

En parte de su discurso de saludo y reconocimiento al vate, señaló: “La historia de Parral tiene doscientos años. Y el libro en blanco del homenaje esperó todo este tiempo para escribir por fin un nombre, el de Pablo Neruda. Es difícil para un hombre del llano hablar de un hombre de la cima. Pero el sentimiento no tiene estatura y aquí está el pueblo; han venido de los barrios, de las poblaciones, de los campos, los niños, nuestros huasos chilenos.” (Diario El Siglo, 3 de diciembre de 1967) 

Tal vez la primera referencia que Pablo hace a su nacimiento lejos de las tierras de Temuco es en el poema  Sensación autobiográfica, escrito allá por 1919 ó 1920 y que durante mucho, mucho tiempo estuvo guardado por ahí y que fue encontrado en las páginas de unos cuadernos regalados por el incipiente poeta a su hermana Laura. Hoy este poema forma parte del libro “Cuadernos de Temuco, 1919 – 1920”, obra póstuma editada en 1996.

El poema aludido comienza así “Hace dieciséis  años que nací en un polvoroso/ pueblo blanco y lejano que no conozco aún,” Estos versos son una expresión más de su convencimiento y de la certeza de que él no es originario de la tierra siempre verde y  con olor humedad donde ahora vive. Por alguna razón sabe que su tierra de origen es seca, polvorienta, siempre bañada por  un sol implacable. Naturalmente el bosque aún virgen que conoció el poeta y que rodeaba la pequeña aldea que era Temuco por esos años - se había fundado en 1881-  en tierras vírgenes, arrebatadas a sangre y fuego a los mapuches en la llamada “Pacificación de la Araucanía” distaba mucho de las sequedades de la zona central de Chile. Las construcciones de la época, salvo alguna casa patronal, eran en su mayoría pequeñas edificaciones de adobe, que sus propietarios, siempre carentes de recursos, pintaban con una mezcla de agua y cal, agregándole  paletas de tunas picadas, para proporcionarle algo de adherencia.

Si confiesa que se trata de un pueblo lejano que “no conozco aún”, debemos recordar que Neftalí fue llevado muy niño a Temuco para integrarse a la familia que su padre fundó allí en La Frontera con doña Trinidad. Con el correr de los años, sus frágiles recuerdos de primera infancia se van diluyendo implacablemente. Si algo se llevó de su Parral natal, pronto dejó de ser recuerdo y pasó a engrosar la fibra del olvido.    

En el poema  “Nacimiento”  Neruda se sitúa entre los muchos miles de hombres y mujeres nacidos en este suelo generoso de la patria. Dice ser uno más entre la multitud. Pero de inmediato manifiesta el sentido de pertenencia a un lugar específico. Líricamente identifica el lugar que le vio nacer, la “tierra central de Chile” e inmediatamente nos muestra también su linaje cuando nos dice que en esta tierra generosa “la uva se alimenta de la luz, y el vino nace de los pies  del pueblo”,  de su pueblo, de su gente, de sus ancestros familiares. Desde los tiempos más remotos de sus antecesores el vino viene brotando como el néctar del esfuerzo de muchas vidas en tiempos de grandes dificultades.

 

“Parral se llama el sitio

del que nació

en invierno.”

 

Lamenta que de su casa natal no quede nada que le ayude reforzar los vagos recuerdos que van quedando en la memoria. 

Fue la Grande Cordillera la que con su magnífica fuerza telúrica se encargó de convertir todo en polvo, el polvo original  que obligó a reunir todos los esfuerzos y voluntades para comenzar de nuevo.

Luego nos muestra su angustia de no tener nada. No hay memoria, no hay paisajes  ni rostros. Todo se lo llevó el tiempo.  De su madre, doña Rosa Neftalí Basoalto tampoco tiene una imagen física. Sólo sabe que existió y que descansa entre los muchos muertos de Parral, “y allí se quedó sola, sin su hijo, huraña y evasiva entre las sombras.”

Cuánta angustia, cuánto dolor hay en cada uno de los versos de este poema. Pero también entraña esa misma fuerza telúrica para gritar al mundo que él es hijo de Parral, que en este suelo están sus antepasados, está la mujer que le heredó la vida. Siguen estando los Reyes y los Basoalto.

“Y de allí soy, de aquel

Parral de tierra temblorosa,

tierra cargada de uvas

que nacieron

desde  mi madre muerta.”

 

 

En Confieso que he vivido, sus memorias (obra póstuma), publicadas en 1974, por el Círculo de Lectores de Barcelona, España, también dedica un espacio importante  para resaltar su lugar de origen. De esta forma comenzamos a acumular los testimonios que avalan nuestro esfuerzo por demostrar que el poeta máximo de las letras chilenas, y exponente superior de la literatura universal, hasta el ocaso de su vida llevó consigo a su querido Parral.

 

“Confieso que he vivido”, Seix Barral, 1984, p 12 y 13

“Mis padres llegaron de Parral, donde yo nací. Allí, en el  centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré con mis ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto. Yo nací el 12 de julio de 1904 y, un mes después, en agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía.

 

El texto que antecede es claro, preciso. Parral fue la cuna. Los tiempos eran difíciles y mucho más para el obrero que era su padre. Sumado a la muerte prematura de esa madre que nunca se repuso del parto, el panorama se complicaba mucho más para el joven José del Carmen. En algún momento el niño debía partir, cosa que no demoró mucho. La Frontera, Temuco fue la nueva tierra, pero el niño siempre tuvo las ideas muy claras. Su tierra de origen era otra y no hay que olvidarla, más cuando se sabe que allá lejos quedó la madre.

  Triste cuadro nos pinta Neruda. Tan sólo un mes vivió cerca de su madre. Imposible tener un recuerdo siquiera. Pero la sangre está presente, se quedó en el pequeño  Neftalí Ricardo Eliecer para transformarse en el torrente vivificador, así como el vino sagrado que fluye de las viñas de Parral.

El poema Primer Viaje  es como un canto de protesta en contra de su destino, de su temprana vida dolorosa                                           

                                                     

“No sé cuándo llegamos a Temuco.

Fue impreciso nacer y fue tardío

Nacer de veras, lento,

Y palpar, conocer, odiar, amar,

Todo esto tiene flor y tiene espinas.

Del pecho polvoriento de mi patria

Me llevaron sin habla

Hasta la lluvia de la Araucanía”.

 

En Fin de Mundo reafirma su origen y su rabia contra una vida implacable:

 

“Yo que llegué desde Parral

 A conocer este siglo,

Por qué me dan el mismo frío,

El mismo plato, el mismo fuego

De los amables abuelitos

O de los abuelos amargos?

………………………………

 

Desde las uvas de Parral

(donde nací sin ir más lejos),

Hasta las montañas mojadas

Con indios cargados de humo

Y fuego verde en la cintura.”

 

Pero aún hay más, allá por 1973 escribió Incitación al nixonicidio y alabanza a la revolución chilena, al momento de hacer un recuerdo del momento cumbre de su vida como poeta no dejó en el olvido esa conexión con su tierra natal. En aquella obra podemos leer:

Fue por aquellos días que un poeta

Provinciano, salido de Parral,

En Estocolmo recibió un cometa…”

 

La búsqueda no está agotada, sin lugar a dudas han de existir muchos otros versos salidos desde el corazón de Pablo Neruda manifestando su apego a la tierra que le vio nacer pero que no le vio crecer, ni tomar la estatura de poeta grande de la literatura chilena, latinoamericana y universal.-