PARRAL EN EL CORAZÓN DE NERUDA
Adolfo Márquez Esparza
Historiador
Esta
aventura en torno a Neruda comenzó en la época de estudiante liceano, en
Chillán, a mediados de los años 70. De esa etapa de la vida son los
recuerdos más lejanos que guardo en la
memoria en torno al poeta.
Fueron pasando los años, y la figura de Neruda se fue haciendo más
recurrente, por razones estudio, de trabajo, por las relaciones de amistades, por
los ideales y por la lucha política del
momento, o por lo que fuera. El caso es que cada día me sentía más cerca Pablo
Neruda. Lo conocíamos un poco más en cada tertulia, en la clandestinidad leíamos su poesía, la
comentábamos, con ella encendíamos nuestra lucha, no en vano nos correspondió
vivir el peor momento de la dictadura militar, era nuestra bandera de lucha.
También, más de alguna vez quisimos enamorar a la chica de los sueños con
algunos de sus versos. Lo conocíamos
cada vez más y aprendíamos a quererlo, a internalizarlo, a sentirlo
nuestro. En muchas oportunidades su poesía sirvió para ilustrar algunas de
nuestras charlas y conferencias, con el recordado profesor y amigo, el Maestro
Enrique Gajardo Velásquez. También tomamos prestados algunos de sus versos para
complementar algunas notas periodísticas en diarios y revistas. En algún
momento Pablo se hizo parte nuestra, compañero permanente de nuestros días y de
nuestra vida.
Pasa el tiempo y por esas
cosas del destino llegué a trabajar, ejerciendo la docencia en el Liceo
“Federico Heise Marti” de Parral. Gozoso por tal regalo de la vida pensé que
podría acercarme más a nuestro Pablo. Pero, a poco andar, la sorpresa y la decepción se hacen enormes.
En la conversación cotidiana
con los alumnos, con algunos colegas, con la gente de la calle, en fin, con
muchas de las personas con las que me fui relacionando, descubrí que a Pablo no se le conoce en Parral, como
debería ser con un hijo tan ilustre; como el hombre grande que es, como el creador de emociones, como el hombre
telúrico que nos estremece con su poesía. Y si alguien manifestó
conocerlo, fue por su filiación
política, por ser un comunista. Durante mucho tiempo el sistema político se
encargó de decir que el comunismo es malo y de allí entonces Pablo también es malo, es un peligro para la
sociedad, y es preciso negarlo,
ignorarlo, desconocerle. ¿Alguien se ha detenido a pensar en la perversidad del
capitalismo? ¿Qué decir de la violencia
y del atropello a la dignidad de los pueblos que ejerce el imperialismo? ¿Alguien
se ha preocupado de mostrarnos cómo la globalización ha atentado en contra de
la identidad y de la soberanía de las naciones más débiles?
Otros muchos parralinos
señalaron que no les gustaba Neruda o que no le consideraban porque el poeta
nunca reconoció a Parral como su lugar de origen. No faltaron aquellos que dijeron que Pablo negó ser hijo de esta
tierra generosa. Los menos entraron en filosóficas discusiones y señalaron que
Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, pero que el poeta Pablo Neruda, nació
en Temuco.
Es una lástima tanto
desconocimiento. Bien hecho estuvo el
trabajo de aquellos que se encargaron de negarlo, de borrarlo. Qué gran
contradicción. Cuando en otras partes del
mundo se ocupan semanas e incluso meses para recordar y celebrar su
nacimiento, aquí, en la tierra-cuna de su nacimiento pasa casi nada.
En este instante se me viene
a la memoria un discurso pronunciado por el
profesor y escritor Miguel Ángel Gutiérrez, allá en la ciudad de
Achiras, provincia de Córdova, Argentina, cuando saludaba a una delegación de
chilenos que tuvimos la suerte de estar allí unos días, en donde muestra cuánto
se conoce y se quiere en otras latitudes a nuestro Pablo. Aquel profesor decía:
“… saludo a los grandes de su historia, a Bernardo de O’Higgins, a José Miguel
Carrera… y saludo a los grandes de su cultura,
y no puedo dejar de recordar a esa figura extraordinaria, a ese Premio
Nobel que se llamó Pablo Neruda, que motivó a la juventud de toda América con
sus Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada y que hizo pensar a los
adultos de todo el mundo con su Canto General…”
Vaya que nos falta mucho como
chilenos, como coterráneos de este Hombre Grande, de este hombre nuestro, que fue capaz de imponerse en el mundo entero con su
obra y con su lucha.
En el deseo contribuir de
algún modo al redescubrimiento del poeta, del hombre que hay detrás de esa
gigantesca obra literaria que nos legara, y que de algún modo las nuevas generaciones de
parralinos puedan tener un acercamiento al hombre y a la poesía de este coterráneo que
paseo el nombre de Parral por el mundo entero, es que me di a la tarea de
hurgar en su poesía y otros escritos en que el nombre de Parral brota claro y
potente.
Contra todo lo que se
diga sobre la relación de Pablo con su
Parral natal y respecto de su negativa de reconocer a esta ciudad como su
tierra de origen, es el propio poeta el que se encarga de desmentir toda esa maquinación gestada por
desalmados interesados sobre manera en ocultar al poeta. En este grupo
encontramos desde alcaldes, políticos, patrones, pasando por profesores,
simples vecinos e incluso curas. Sin embargo, son numerosas las creaciones en
que Pablo hace referencia a que sus orígenes y los de su familia están aquí en
Parral. También está la documentación oficial, comenzando por el acta del
Registro Civil , de fecha 1 de agosto de 1904; y la fe de bautismo que se
encuentra registrada en los archivos del
Obispado de Linares, en la página 269 del libro 39, correspondiente a los
bautizos y bajo el Nº 1.033. En este documento se puede leer:
En la parroquia de San José
de Parral a veintiséis de septiembre de mil novecientos cuatro puso óleo y
crisma a Ricardo Eliecer de dos meses doce días de nacido hijo legítimo de José
del Carmen Reyes y de Rosa Neftalí Basoalto lo bautizó el padre San Martín
fueron padrinos de agua i óleo Manuel Ijidio Basoalto i Beatriz Basoalto del
que doy fe. José Manuel Ortega.
También existe gran cantidad de documentos
familiares que vienen a reforzar la idea inicial del desconocimiento que se tiene
de Pablo y de los vínculos que siempre mantuvo con Parral y con sus parientes
que siguieron viviendo por estas tierras.
En esta parte haremos una
revisión y un breve comentario –cuando corresponda- de lo que dice Pablo respecto de su Parral.
Esta demás decir que aunque la permanencia del niño en su ciudad natal fue muy
breve, como consecuencia de la muerte de su madre y posterior traslado junto a
su padre a la naciente ciudad de Temuco.
Él siempre mantuvo presente en su memoria el recuerdo de Parral, y
aunque con el paso implacable del tiempo las imágenes que guardaba desde niño se iban borrando, se
aferraba afanosamente a lo poco que iba quedando.
“De
Parral no tengo recuerdos de infancia…” confiesa el poeta. La tela
del recuerdo se iba deshilachando en su frágil mente de niño, pero cada hebra
era un tesoro que guardó siempre muy dentro del corazón.
Debemos recordar que viajó a
Parral, pocas veces, es cierto, pero viajó a su tierra natal. Cuando niño lo
hizo en busca de algún recuerdo de su madre y cuando hombre grande fue a reencontrarse con sus raíces. Fueron
pocas también las veces que se le consideró. A pesar que la fama ya le
acompañaba a los veinte años de edad, en
Parral casi no se le conocía, menos podría querérsele. Por eso es que en una visita que el poeta ya
de estatura universal, hace a su Parral natal en 1967, agradece al ex alcalde Enrique Astorga “que me ha vuelto a nacionalizar, a
parralizar”. Quizás ya no queden recuerdos de este alcalde en Parral,
espigado agricultor, militante socialista, amante apasionado de mujeres hermosas y también de la poesía.
En parte de su discurso de
saludo y reconocimiento al vate, señaló: “La historia de Parral tiene
doscientos años. Y el libro en blanco del homenaje esperó todo este tiempo para
escribir por fin un nombre, el de Pablo Neruda. Es difícil para un hombre del llano
hablar de un hombre de la cima. Pero el sentimiento no tiene estatura y aquí
está el pueblo; han venido de los barrios, de las poblaciones, de los campos,
los niños, nuestros huasos chilenos.” (Diario El Siglo, 3 de
diciembre de 1967)
Tal vez la primera referencia
que Pablo hace a su nacimiento lejos de las tierras de Temuco es en el
poema Sensación autobiográfica, escrito allá por 1919 ó 1920 y que
durante mucho, mucho tiempo estuvo guardado por ahí y que fue encontrado en las
páginas de unos cuadernos regalados por el incipiente poeta a su hermana Laura.
Hoy este poema forma parte del libro “Cuadernos de Temuco, 1919 – 1920”, obra
póstuma editada en 1996.
El poema aludido comienza así
“Hace dieciséis años que nací en un polvoroso/ pueblo blanco
y lejano que no conozco aún,” Estos versos son una expresión más de su
convencimiento y de la certeza de que él no es originario de la tierra siempre
verde y con olor humedad donde ahora
vive. Por alguna razón sabe que su tierra de origen es seca, polvorienta,
siempre bañada por un sol implacable. Naturalmente
el bosque aún virgen que conoció el poeta y que rodeaba la pequeña aldea que
era Temuco por esos años - se había fundado en 1881- en tierras vírgenes, arrebatadas a sangre y
fuego a los mapuches en la llamada “Pacificación de la Araucanía” distaba mucho
de las sequedades de la zona central de Chile. Las construcciones de la época,
salvo alguna casa patronal, eran en su mayoría pequeñas edificaciones de adobe,
que sus propietarios, siempre carentes de recursos, pintaban con una mezcla de
agua y cal, agregándole paletas de tunas
picadas, para proporcionarle algo de adherencia.
Si confiesa que se trata de un pueblo lejano que “no conozco aún”, debemos recordar que
Neftalí fue llevado muy niño a Temuco para integrarse a la familia que su padre
fundó allí en La Frontera con doña Trinidad. Con el correr de los años, sus
frágiles recuerdos de primera infancia se van diluyendo implacablemente. Si
algo se llevó de su Parral natal, pronto dejó de ser recuerdo y pasó a engrosar
la fibra del olvido.
En el poema “Nacimiento”
Neruda se sitúa entre los muchos miles de hombres y mujeres nacidos en
este suelo generoso de la patria. Dice ser uno más entre la multitud. Pero de
inmediato manifiesta el sentido de pertenencia a un lugar específico.
Líricamente identifica el lugar que le vio nacer, la “tierra central de Chile” e inmediatamente nos muestra también su
linaje cuando nos dice que en esta tierra generosa “la uva se alimenta de la luz, y el vino nace de los pies del pueblo”, de su pueblo, de su gente, de sus ancestros
familiares. Desde los tiempos más remotos de sus antecesores el vino viene
brotando como el néctar del esfuerzo de muchas vidas en tiempos de grandes
dificultades.
“Parral se llama el sitio
del que nació
en invierno.”
Lamenta que de su casa natal
no quede nada que le ayude reforzar los vagos recuerdos que van quedando en la
memoria.
Fue la Grande Cordillera la que con su
magnífica fuerza telúrica se encargó de convertir todo en polvo, el polvo
original que obligó a reunir todos los
esfuerzos y voluntades para comenzar de nuevo.
Luego nos muestra su angustia
de no tener nada. No hay memoria, no hay paisajes ni rostros. Todo se lo llevó el tiempo. De su madre, doña Rosa Neftalí Basoalto tampoco
tiene una imagen física. Sólo sabe que existió y que descansa entre los muchos
muertos de Parral, “y allí se quedó
sola, sin su hijo, huraña y evasiva entre las sombras.”
Cuánta angustia, cuánto dolor
hay en cada uno de los versos de este poema. Pero también entraña esa misma
fuerza telúrica para gritar al mundo que él es hijo de Parral, que en este
suelo están sus antepasados, está la mujer que le heredó la vida. Siguen estando
los Reyes y los Basoalto.
“Y de allí soy, de aquel
Parral de tierra temblorosa,
tierra cargada de uvas
que nacieron
desde mi
madre muerta.”
En Confieso que he vivido, sus memorias (obra póstuma), publicadas en
1974, por el Círculo de Lectores de Barcelona, España, también dedica un
espacio importante para resaltar su
lugar de origen. De esta forma comenzamos a acumular los testimonios que avalan
nuestro esfuerzo por demostrar que el poeta máximo de las letras chilenas, y
exponente superior de la literatura universal, hasta el ocaso de su vida llevó
consigo a su querido Parral.
“Confieso
que he vivido”, Seix Barral, 1984, p 12 y 13
“Mis padres llegaron de
Parral, donde yo nací. Allí, en el
centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo
recuerde, sin saber que la miré con mis ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto.
Yo nací el 12 de julio de 1904 y, un mes después, en agosto, agotada por la
tuberculosis, mi madre ya no existía.
El texto que antecede es
claro, preciso. Parral fue la cuna. Los tiempos eran difíciles y mucho más para
el obrero que era su padre. Sumado a la muerte prematura de esa madre que nunca
se repuso del parto, el panorama se complicaba mucho más para el joven José del
Carmen. En algún momento el niño debía partir, cosa que no demoró mucho. La Frontera , Temuco fue la
nueva tierra, pero el niño siempre tuvo las ideas muy claras. Su tierra de
origen era otra y no hay que olvidarla, más cuando se sabe que allá lejos quedó
la madre.
Triste cuadro nos pinta Neruda. Tan sólo un
mes vivió cerca de su madre. Imposible tener un recuerdo siquiera. Pero la
sangre está presente, se quedó en el pequeño
Neftalí Ricardo Eliecer para transformarse en el torrente vivificador, así
como el vino sagrado que fluye de las viñas de Parral.
El poema Primer Viaje es como un canto de protesta en contra de su
destino, de su temprana vida dolorosa
“No sé cuándo llegamos a Temuco.
Fue impreciso nacer y fue tardío
Nacer de veras, lento,
Y palpar, conocer, odiar, amar,
Todo esto tiene flor y tiene espinas.
Del pecho polvoriento de mi patria
Me llevaron sin habla
Hasta la lluvia de la Araucanía”.
En Fin de Mundo reafirma su origen y su
rabia contra una vida implacable:
“Yo que llegué desde Parral
A
conocer este siglo,
Por qué me dan el mismo frío,
El mismo plato, el mismo fuego
De los amables abuelitos
O de los abuelos amargos?
………………………………
Desde las uvas de Parral
(donde nací sin ir más lejos),
Hasta las montañas mojadas
Con indios cargados de humo
Y fuego verde en la cintura.”
Pero aún
hay más, allá por 1973 escribió Incitación
al nixonicidio y alabanza a la revolución chilena, al momento de hacer un
recuerdo del momento cumbre de su vida como poeta no dejó en el olvido esa
conexión con su tierra natal. En aquella obra podemos leer:
“Fue por aquellos días que un poeta
Provinciano, salido de Parral,
En Estocolmo recibió un cometa…”
La
búsqueda no está agotada, sin lugar a dudas han de existir muchos otros versos
salidos desde el corazón de Pablo Neruda manifestando su apego a la tierra que
le vio nacer pero que no le vio crecer, ni tomar la estatura de poeta grande de
la literatura chilena, latinoamericana y universal.-
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