domingo, 23 de mayo de 2010

BERNARDO O'HIGGINS HÉROE INMUTABLE


PROLOGO

“La historia engrandece a una nación como también a sus individuos, ella pondera los más altos hechos y el valor de sus guerreros y conduce sus nombres a la posteridad”, con estas palabras enviadas en carta por el egregio prócer chillanejo, Bernardo O’Higgins en 1824 al abogado Gaspar Marín desde su exilio en Lima, da a conoce su visión sobre la trascendencia de la historia. Explica el papel desempeñado por esta disciplina inspirada por Clío que da a conocer tras la rigurosa investigación exaltando o condenando las acciones de los protagonistas de los hechos trascendentales, de acuerdo a sus logros o desaciertos, proyectándolos a la memoria nacional

Sin duda que, en los últimos tiempos, una nueva corriente historiográfica abandona los conservadores trabajos que destacaban a los personajes instalándolos en un pedestal como personajes prominentes exaltando sólo sus méritos o aciertos. Hoy, muchos investigadores se dedican a dar a conocer todas las facetas de los personajes, mostrando sus logros y las debilidades, bajándolos del pedestal inalcanzable. Esto es lo que hace el profesor Adolfo Márquez Esparza al publicar este libro que da a conocer justamente los diversos aspectos de la vida de Bernardo O’Higgins en forma muy sencilla con un vocabulario al alcance de cualquier persona y como él lo especifica, en especial, va dirigido a los estudiantes de esta región y de este país, para quienes su figura debe ser conocida y preservada empleando además un acento anecdótico, por lo tanto como profesor, utiliza recursos didácticos que incluyen una extensa cronología al final de la obra y una antología poética que da realce lírica a la figura del prócer chillanejo.

Esta es una obra realizada por un chillanvejano quien ha destinado su tiempo a concretar esta obra destinada a divulgar la imagen y obra del prócer que, merece estar siempre presente en la memoria colectiva como hijos agradecidos de su obra republicana trascendental en pro de esta nación del extremo sur de América. Márquez, con esta obra se agrega a una extensa nómina de autores e historiadores que han sajado la pluma para divulgar las diversas facetas del egregio personaje haciéndolo figurar una vez más en los anaqueles de muchas bibliotecas que invitan a la lectura y que son el resultado del trabajo intelectual de quienes admiran su obra.

O’Higgins, podemos apreciarlo en numerosas facetas, como el niño y adolescente que, creció con padres ausentes, lejos de su hogar, a aquel hijo lejano del gobernador de Chile de origen irlandés, quien, entre la penumbra de la distancia y del tiempo, nunca dejó de interesarse en la forja cultural. Preparándolo con las herramientas propicias para el futuro, como presagiando que aquel vástago de Chillán tenía su destino trazado para ser protagonista connotado en la historia de este país.

Demostración de aquello, este infante de cuatro años cabalgó junto al oficial Tirapegui y a otros soldados para conducirlo a la ciudad de Talca, donde fue recibido por el amigo de su padre, don Juan Albano Pereira, quien , además gestionó el bautismo del pequeño cuya pila se encuentra en el museo de Huilquilemu, cercano a aquella ciudad del Maule; el estudiante en el Colegio de Naturales de Chillán , que compartiera sus primeros acercamientos a la instrucción formal con sus compañeros procedentes de las tierras araucanas, siendo discípulo de la Orden Franciscana que le marcó un sello personal para el resto de su vida; aquel joven que en Lima y en Richmond, Inglaterra, continuara sus estudios secundarios sufriendo muchas veces estrecheces económicas debido a la inescrupulosidad de los albaceas británicos.

El autor agrega cartas escritas a su padre, aunque, de éstas nunca obtuvo respuesta; presenta al discípulo y consecuente amigo de otro grande de la emancipación americana, el venezolano Francisco de Miranda, emulando la ingerencia de Simón Rodríguez en Simón Bolívar; al caballero que tocaba el piano y tomaba los pinceles, que hablaba muy bien la lengua inglesa, además del mapudungun de la gente de la tierra chilena, con cuyos hijos compartió las aulas y que aprendió a corta edad. Tenemos al agricultor, propietario por herencia de su padre, de la tierra en la hacienda Las Canteras, al hijo y hermano afectuoso; al político como diputado y alcalde y más tarde en la mayor magistratura en calidad de Director Supremo; al “recluta” que recurrió humildemente a su amigo Juan Mackenna para que lo incorporara en la carrera de las armas para combatir contra los realistas que pretendían destruir los ideales libertarios; tenemos al oficial que, montado en su brioso caballo conducía a sus tropas al campo de batalla, con triunfos en El Quilo, El Roble y Chacabuco y en las desastrosas Rancagua y Cancha Rayada.

Márquez destaca la obra republicana de O’Higgins, continuando con las obras iniciadas por otro prohombre de la Independencia Nacional, el general José Miguel Carrera como el Instituto Nacional, la Biblioteca Nacional, el diseño del pabellón nacional actual, la creación de la Escuadra Nacional, fundamental para el dominio del Océano Pacífico, la dictación de las constituciones políticas, las primeras del país, la de 1818 y la 1822 que marcaron la génesis jurídica de nuestra soberanía.

En esta obra, el lector apreciará las circunstancias en que O’Higgins hizo abandono del sillón gubernamental y se radicó en Perú, cuyo gobierno agradecido por su decisivo aporte a su emancipación, agradecido le obsequió la hacienda Montalbán, donde el chillanejo acogió a los vencedores de Yungay, se dedicó al comercio junto a su familia que incluía a su único hijo, Pedro Demetrio, a su madre y hermana, además de dos niñas originarias de Chile.

Allá se acerca el ocaso de su vida que culmina en 1842, dejando un valioso legado institucional hasta nuestros días.

Marcial Pedrero Leal

Presidente Corporación Histórica-Cultural

Bernardo O’Higgins de Chillán Viejo

LOS PINCHEIRA MITO Y REALIDAD

PROLOGO A LA PRIMERA EDICION


El profesor e historiador, Adolfo Márquez Esparza, discípulo nuestro en el bello cultivo de la historia, nos entrega un interesante trabajo intitulado “Los Pincheira: Mito y Realidad”. Se trata de un ensayo histórico sobre un controvertido y poco indagado tema de nuestra historia regional y local. Sin duda alguna, la presencia de los Pincheira debe ser analizada en su propio contexto histórico-temporal (1817-1832), marcado por las secuelas profundas que dejaron los conflictos de la lucha por la emancipación patria, y la evidente pugna generada en la difusa lucha por la organización del estado, que se vivían intensamente en esos momentos de nuestra historia. Chillán Viejo era un escenario propicio.

El fenómeno histórico del bandidaje y del “agavillamiento”, resultan ser un problema endémico de la región centro-sur del país, tal como lo había planteado con absoluto rigor el ilustre historiador Mario Góngora, en su famoso estudio sobre el vagabundaje y bandolerismo en esta región. Márquez Esparza, por su parte, señala que este proceso siempre tuvo a Chillán como “la atribulada ciudad-víctima de esas tropelías...” en esta cruenta “guerra de exterminio”, que tuvo como protagonistas principales a los Pincheira y otros bandidos de su misma estirpe o calaña; no sólo Chillán fue la “víctima”, sino que también padecieron del mismo sentir otras agrupaciones humanas como San Carlos, Parral, Linares, y hasta la misma Mendoza, la que permanentemente vivieron en ascuas durante esos aciagos años.

La historiografía moderna ha abordado científicamente el problema del bandidaje rural. Existen profundos estudios de historiadores europeos, como Ferdinand Braudel, en Francia, o Eric Hobsbawen, en Inglaterra, que han pasado a ser clásicos en la materia. En Chile, esta corriente está representada, entre otros, por el citado Mario Góngora, Marcelo Carmagnani, Jorge Pinto Rodríguez, María Paz Arrigorriaga, Jaime Valenzuela, José Bengoa y Gabriel Salazar. En Chillán, han incursionado en el tema, además del suscrito, los jóvenes profesores Manuel Medina y Alonso Riquelme, y ahora se incorpora Adolfo Márquez Esparza. Estos estudios históricos demuestran cómo el bandidaje representa un fenómeno social complejo, más que puramente delincuencial, que está estrechamente ligado a la miseria y marginalidad rural.

Por lo mismo, el bandolerismo, como es el caso de los Pincheira, se nutría de peones, inquilinos, gañanes o minifundistas pobres. Al respecto, Adolfo Márquez señala que “campesinos cesantes y vagabundos se integraban a los Pincheira... por la necesidad de supervivencia de los grupos pobres”. No existen dudas, entonces, de que la pobreza rural y la baja productividad agrícola, generaba un bandidaje típico en la región centro-sur de Chile, que muy especialmente en los campos de Ñuble, perduró por mucho tiempo, hasta bien avanzado el siglo XX, aunque mimetizado bajo otras formas como el cuatrerismo y el abigeato.

Márquez Esparza, plantea además en su interesante ensayo, otro tema que también está siendo abordado intensamente por la historiografía, tanto en Chile como en Argentina, el de las fronteras abiertas entre los actuales territorios chilenos y argentinos. El bandidaje asumido por grupos de campesinos pobres y marginales, se asociaba con grupos pehuenches cordilleranos e indios pampas de la extensa meseta ubicada el este de la Cordillera de los Andes. Estos grupos residían indistintamente a ambos flancos del macizo cordillerano. Por de pronto, el movimiento humano y sus diversos flujos, en especial, de indios y bandidos, se orientaba hacia uno u otro lado de la cordillera. En Chillán, tal como se temía la osadía y crueldad de la gavilla de los Pincheira; antes, desde mediados del siglo XVII, se sentía el mismo temor a los indios chiquillanes o “corsarios”, que se colaban por todos los boquetes fronterizos para agraviar a la población de nuestra incipiente ciudad.

Este tema de las fronteras abiertas, constituye una interesante problemática que nos permite explorar muchos procesos vividos en la historia regional. De hecho, los Pincheira contaban con su cuartel general o guarida, según se la quiera calificar, entre las dos lagunas de Epulafquén, ubicadas en la meseta altiplánica de la actual cordillera argentina; contando, además, con un inexpugnable refugio en la pampa de Neuquén. Por lo mismo, no puede extrañarnos el artero ataque que realizaron a la ciudad de Mendoza y el forzamiento de la firma del Tratado de San Juan, el 15 de julio de 1829, que los Pincheira obligaron a firmar al gobierno de Cuyo. La frontera no existía ni siquiera como una línea imaginaria. Tal concepción de fronteras, venía a ser en ese entonces, y aunque la explicación parezca osada, un paso hacia la integración regional. El comercio hacia ambos lados venía a ser un ejemplo más edificante del mismo tema.

La lectura del ensayo sobre los Pincheira, que Adolfo Márquez entrega a la comunidad, permitirá, sin lugar a dudas, abrir aún más el rico cofre de las reminiscencias de nuestra privilegiada historia local y regional, tantas veces subsumida, ingrata e injustamente, en las frondosas páginas de la historia nacional. Vale la pena repensar el mito y la realidad de los Pincheira, tal como nos insta la presente obra histórica.

MARCO AURELIO REYES COCA

domingo, 16 de mayo de 2010

PARA QUE NUNCA MÁS EN LA HISTORIA DE CHILE

QUINTO ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DE ANTUCO

El 4 de abril de 2005 cerca de 400 jóvenes conscriptos ingresaron al Regimiento Reforzado Nº17 "Los Ángeles" del Ejército de Chile ubicado en la ciudad de Los Ángeles, con el fin de cumplir el servicio militar obligatorio para todos los hombres mayores de 18 años de edad.Dudosa ley porque todos abemos que en Chile notodos los varones cumplen con el servicio militar. Los "niños bien" no prestan este servicio. Siempre hay un papá, un tio, un amigo médico o lo que sea que interviene para que el niño evite "servir a la patria". La mayoría de los conscriptos, sin embargo, eran jóvenes de escasos recursos que se presentaron voluntariamente con el fin de desarrollar una carrera como soldado del Ejército.

Tradicionalmente, el regimiento realizaba expediciones a la zona cordillerana de Antuco, al interior de Los Ángeles. Tres compañías del regimiento partieron como de costumbre el día 17 de mayo de 2005 a realizar ejercicios de preparación en dicha zona. Sin embargo, un frente de mal tiempo arribó a la zona, provocando nevazón y un importante descenso en las temperaturas.

Los soldados lograron llegar al refugio Los Barros, localizado en los faldeos al nororiente del macizo volcánico. Aunque la mayoría de ellos no contaban con la vestimenta necesaria para enfrentar temperaturas bajo los -10ºC el desatinado comandante del batallón insistió en desarrollar la marcha con otras dos compañías el 18 de mayo. 112 soldados se quedaron en el recinto, ya que les correspondería marchar al día siguiente (lo que finalmente nunca ocurrió), mientras los que marchaban iban paulatinamente cayendo a la nieve producto del agotamiento, ante la incapacidad de sus mandos directos y camaradas de salvarles la vida. Muchos cadáveres fueron encontrados tratando de refugiarse y otros tendidos de espaldas, falleciendo congelados durante la marcha. Las autopsias revelaron que no habrían tardado más de dos o tres horas en morir por congelamiento. Algunos soldados lograron llegar hasta el refugio La Cortina, perteneciente antiguamente a la compañía eléctrica ENDESA y en desuso.

Tras conocerse la noticia se inició inmediatamente la búsqueda de soldados con vida y de los cuerpos de aquellos fallecidos. Algunos cuerpos fueron encontrados a más de cuatro metros bajo la nieve y se debieron utilizar servicios satelitales para ubicarlos. La búsqueda se extendió hasta el 6 de julio, fecha en que fue encontrado y desenterrado el último cadáver. En total, fallecieron 44 soldados conscriptos y un sargento.

Tras la tragedia, se realizaron juicios contra los oficiales del Regimiento por diversos cargos, incluso por cuasi-delito de homicidio. A pesar de las críticas realizadas al Comandante en Jefe Juan Emilio Cheire, ninguna responsabilidad fue atribuida a él, oficialmente. En enero de 2006, el juez encargado de la causa emitió un fallo de 421 páginas, dictaminando la culpabilidad del mayor Patricio Cereceda, “por falta de criterio y capacidad profesional” y el comandante Luis Pineda por cuasi-delito de homicidio reiterado al no actuar con la “diligencia debida” para evitar la tragedia. Cereceda recibió una pena de 5 años y un día de cárcel, siendo el único encausado que recibió penas de presidio. En tanto, otros militares solamente fueron dados de baja por el Ejército.

El descriterio y la falta de capacidad de los oficiales responsables fue cubierto con banderas, lápidas y monolitos, pero hasta el día de hoy ni el Ejército ni el Gobierno han sido capaces de reconocer su error y hacer justicia en esta tragedia absurda, por decirlo de alguna manera suave. Con honores y discursos no se les devuelve la vida a tanto joven que empezaba a vivir. No se reponen tantos sueños arrebatados bruscamente. Qué deberá suceder para que la Patria se acuerde de estos 45 Héroes de Paz?

Nómina oficial de fallecidos en la tragedia de Antuco, del 18 de mayo de 2005.
Sargento Segundo:
1. Monares Castillo, Luis Raimundo
Conscriptos:
1. Aqueveque Erices, Víctor Manuel
2. Avendaño Huilipán, Silverio Amador
3. Burgos Burgos, Francisco José Luis
4. Bustamante Ortiz, José Humberto
5. Bustos Bastías, Jonathan Exequiel
6. Carrasco Yáñez, David Alejandro
7. Castillo Ruiz, Robert Hernán
8. Castro Balboa, Juan Carlos
9. Chávez Varela, Cristian Javier
10. Contreras Hidalgo, Osvaldo Alexis
11. Contreras Mellado, Roberto Antonio
12. Díaz Cerna, Pedro de Dios
13. Díaz Valderrama, Esteban Andrés
14. Escobar Contreras, Rolando Andrés
15. Foncea Sandoval, Guillermo Gabriel
16. Fuentes Leiva, Luciano Andrés
17. Garcés Jorquera, Ricardo Antonio
18. Gazitúa Quijada, Guillermo Carmen
19. González Castillo, Milton Alejandro
20. Herrera Henríquez, Cristián Esteban
21. Jorquera Jara, Arnal Isaac
22. Lizama Palma, Jaime Alejandro
23. Mardones Cuevas, Daniel Benjamín
24. Mendoza Concha, Christian Marcelo
25. Montoya Fica, Freddy Alejandro
26. Montoya Montoya, Francisco Javier
27. Muñoz Cifuentes, Hugo Javier
28. Ortega Astudillo, José Adolfo
29. Pérez Sánchez, Christopher Andrés
30. Pilar Parada, Freddy Patricio
31. Piñaleo Llaulén, Miguel Aurelio
32. Ramírez Jara, Juan Alfonso
33. Renca Navarrete, Julio César
34. Reyes Urra, Rubén Esteban
35. Quezada Vejar, Carlos Patricio
36. Saavedra Troncoso, Ángel Mauricio
37. Sánchez González, Enzo Moisés
38. Seguel Herrera, Ricardo Alexis
39. Sobarzo Cruces, Edgardo Alexis
40. Valenzuela Riquelme, Juan David
41. Vallejos Henríquez, Ignacio Antonio
42. Vallejos Vallejos, Cristian Alejandro
43. San Martín Villalobos, José Francisco
44. Zambrano Cárdenas, Juan Alexis













No necesitamos de estos monumentos que se fundan en la estupidez y brutalidad de algunos oficiales del Ejército de Chile.















A esta barbarie el Ejército de Chile le llama "cumplimientos del deber"





miércoles, 12 de mayo de 2010

EL PARRAL DEL RECUERDO

La madrugada del pasado 27 de febrero la naturaleza se manifestó con toda su implacable fuerza, haciéndonos recordar nuestra vulnerabilidad. Muchos pueblos y ciudades fueron literalmente borrados del mapa. El terremoto y posterior maremoto se encargaron de echar por el suelo y hacer desaparacer toda la obra humana, sembrando destrucción y deslación.
Parral, la cuna de nuestro gran Pablo Neruda, no fue la excepción y más del 60% de sus construcciones tradicionales desaparecieron para siempre. En este espacio perpetuaré algunas imagenes de ese Parral que fue, de ese Parral con olor a huerta y con corredores que invitaban a compartir la grata amistad,y por qué no decirlo, también nos invitaban a compartir el vino nacido de la generosa tierra de la Villa Reina Luisa del Parral.
Nuestro querido Pablo,tuvo palabras para retratar en versos un terremoto anterior y que con su fuerza removió los simientos de la ciudad. He aquí un fragmento del poema Nacimiento:


Parral se llama el sitio
del que nació
en invierno.

Ya no existen
la casa ni la calle:
soltó la cordillera
sus caballos,
se acumuló
el profundo
poderío,
brincaron las montañas
y cayó el pueblo
envuelto
en terremoto.

Y así muros de adobe,
retratos en los muros,
muebles desvencijados
en las salas oscuras,
silencio entrecortado por las moscas,
todo volvió
a ser polvo:
sólo algunos guardamos
forma y sangre,
sólo algunos, y el vino.

Siguió el vino viviendo
subiendo hasta las uvas
desgranadas
por el otoño
errante,
bajó a lagares sordos,
a barricas
que se tiñeron con su suave sangre,
y allí bajo el espanto
de la tierra terrible
siguió desnudo y vivo.


Imágenes del Parral que se fue de madrugada...










martes, 11 de mayo de 2010

LOS GRANDES DE LA LITERATURA DEL BICENTENARIO

En el año del Bicentenario de la In-Dependencia de nuestro continente con forma de "racimo de uva" no podemos dejar de traer a la mesa fraterna a aquellos grandes hombres y mujeres de nuestra cultura. A aquellos que con su pluma y su enorme capacidad creadora han llenado de belleza y sabiduría nuestras horas de descanso, nos han acompañado en largos viajes y también no han inspirado en nuestra lucha cotiadiana, con ejemplos y sabios consejos. He aquí a los hombres y mujeres que le han dado luz a nuestra América del Sur.






















A todos ellos un reconocimiento de gratitud por su magnífica obra que ha traspasado las barreras del tiempo y de la distancia y que se han convertido en íconos de la literatura universal

domingo, 2 de mayo de 2010

TRADICIONES DE ÑUBLE

FIESTA DE LA CRUZ DE MAYO



Esta fiesta, en Chile, es propia del mundo rural. Es una costumbre que se extiende desde la Colonia Española. La fiesta litúrgica que se celebraba en la víspera del tres de mayo en el calendario litúrgico universal fue suprimida en la última reforma al resaltarse la otra fiesta del 14 de septiembre, aun así los obispos chilenos decidieron mantenerla.
En variadas localidades rurales de la zona centro-sur de Chile, una familia del lugar es la encargada de guardar y preservar la Cruz. Esta familia con ayuda de los vecinos del sector se encarga de organizar la celebración y todo lo que ello implica.

En Chile (especialmente en la zona rural) se celebra de esta forma: El grupo (ataviado de forma campesina) va cantando la melodía: "Aquí va la cruz de mayo, visitando a sus devotos con un cabito de vela y un cantarito de mosto" y alguien sostiene la cruz de madera -con espacios para las velas y demás decoraciones- y las personas van cantando casa por casa, parecido a los villancicos navideños. Los canticos dedicados a los vecinos generosos y a aquellos que no lo son, dicen: “Esta es la casa de las rosas, donde viven las hermosas…” y “esta es la casa do los pinos, donde viven los mezquinos…”
Es tradición que los habitantes de las casas visitadas por la Santa Cruz de Mayo colaboren con algún dinero o alimento que será distribuido entre los pobres.

Además la comunidad ayuda a la familia en la preparación de los alimentos para todos quienes hayan asistido al evento. Esto debido a que la festividad comienza al atardecer y se prolonga durante varias horas, hay lugares donde dura toda la noche.
La celebración de la Cruz de Mayo correspondiente al 2010, en la comuna de Chillán Viejo, contó con la participación de unas 300 personas que en procesión llegaron hasta el lugar del acto central. La ceremonia fue encabezada por el cura párroco Fernando Varas y por el alcalde Felipe Aylwin. En la oportunidad se recibió la ofrenda de la comunidad, se dieron las bendiciones y enseguida se procedió a encender la fogata (luminaria) que simboliza la quema de todos los elementos negativos que durante el año afectaron a la comunidad. Y jóvenes y niños reventaban cuetes, petardos y los tradicionales tarros con carburo para dar más espectación a la celebración.
Vino a continuación la celebración con música tradicional y algunos pies de cueca del público asistente, mientras tanto se repartía al resto del público sopaipillas, vino navegao, chicha, pebre, chancho en piedra, castañas cocidas, confites y jugos para los niños.
Fue un grato momento de devoción y de sano esparcimiento en torno a una de las tantas fiestas pagano-religiosas de nuestro pueblo.