PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
El profesor e historiador, Adolfo Márquez Esparza, discípulo nuestro en el bello cultivo de la historia, nos entrega un interesante trabajo intitulado “Los Pincheira: Mito y Realidad”. Se trata de un ensayo histórico sobre un controvertido y poco indagado tema de nuestra historia regional y local. Sin duda alguna, la presencia de los Pincheira debe ser analizada en su propio contexto histórico-temporal (1817-1832), marcado por las secuelas profundas que dejaron los conflictos de la lucha por la emancipación patria, y la evidente pugna generada en la difusa lucha por la organización del estado, que se vivían intensamente en esos momentos de nuestra historia. Chillán Viejo era un escenario propicio.
El fenómeno histórico del bandidaje y del “agavillamiento”, resultan ser un problema endémico de la región centro-sur del país, tal como lo había planteado con absoluto rigor el ilustre historiador Mario Góngora, en su famoso estudio sobre el vagabundaje y bandolerismo en esta región. Márquez Esparza, por su parte, señala que este proceso siempre tuvo a Chillán como “la atribulada ciudad-víctima de esas tropelías...” en esta cruenta “guerra de exterminio”, que tuvo como protagonistas principales a los Pincheira y otros bandidos de su misma estirpe o calaña; no sólo Chillán fue la “víctima”, sino que también padecieron del mismo sentir otras agrupaciones humanas como San Carlos, Parral, Linares, y hasta la misma Mendoza, la que permanentemente vivieron en ascuas durante esos aciagos años.
La historiografía moderna ha abordado científicamente el problema del bandidaje rural. Existen profundos estudios de historiadores europeos, como Ferdinand Braudel, en Francia, o Eric Hobsbawen, en Inglaterra, que han pasado a ser clásicos en la materia. En Chile, esta corriente está representada, entre otros, por el citado Mario Góngora, Marcelo Carmagnani, Jorge Pinto Rodríguez, María Paz Arrigorriaga, Jaime Valenzuela, José Bengoa y Gabriel Salazar. En Chillán, han incursionado en el tema, además del suscrito, los jóvenes profesores Manuel Medina y Alonso Riquelme, y ahora se incorpora Adolfo Márquez Esparza. Estos estudios históricos demuestran cómo el bandidaje representa un fenómeno social complejo, más que puramente delincuencial, que está estrechamente ligado a la miseria y marginalidad rural.
Por lo mismo, el bandolerismo, como es el caso de los Pincheira, se nutría de peones, inquilinos, gañanes o minifundistas pobres. Al respecto, Adolfo Márquez señala que “campesinos cesantes y vagabundos se integraban a los Pincheira... por la necesidad de supervivencia de los grupos pobres”. No existen dudas, entonces, de que la pobreza rural y la baja productividad agrícola, generaba un bandidaje típico en la región centro-sur de Chile, que muy especialmente en los campos de Ñuble, perduró por mucho tiempo, hasta bien avanzado el siglo XX, aunque mimetizado bajo otras formas como el cuatrerismo y el abigeato.
Márquez Esparza, plantea además en su interesante ensayo, otro tema que también está siendo abordado intensamente por la historiografía, tanto en Chile como en Argentina, el de las fronteras abiertas entre los actuales territorios chilenos y argentinos. El bandidaje asumido por grupos de campesinos pobres y marginales, se asociaba con grupos pehuenches cordilleranos e indios pampas de la extensa meseta ubicada el este de la Cordillera de los Andes. Estos grupos residían indistintamente a ambos flancos del macizo cordillerano. Por de pronto, el movimiento humano y sus diversos flujos, en especial, de indios y bandidos, se orientaba hacia uno u otro lado de la cordillera. En Chillán, tal como se temía la osadía y crueldad de la gavilla de los Pincheira; antes, desde mediados del siglo XVII, se sentía el mismo temor a los indios chiquillanes o “corsarios”, que se colaban por todos los boquetes fronterizos para agraviar a la población de nuestra incipiente ciudad.
Este tema de las fronteras abiertas, constituye una interesante problemática que nos permite explorar muchos procesos vividos en la historia regional. De hecho, los Pincheira contaban con su cuartel general o guarida, según se la quiera calificar, entre las dos lagunas de Epulafquén, ubicadas en la meseta altiplánica de la actual cordillera argentina; contando, además, con un inexpugnable refugio en la pampa de Neuquén. Por lo mismo, no puede extrañarnos el artero ataque que realizaron a la ciudad de Mendoza y el forzamiento de la firma del Tratado de San Juan, el 15 de julio de 1829, que los Pincheira obligaron a firmar al gobierno de Cuyo. La frontera no existía ni siquiera como una línea imaginaria. Tal concepción de fronteras, venía a ser en ese entonces, y aunque la explicación parezca osada, un paso hacia la integración regional. El comercio hacia ambos lados venía a ser un ejemplo más edificante del mismo tema.
La lectura del ensayo sobre los Pincheira, que Adolfo Márquez entrega a la comunidad, permitirá, sin lugar a dudas, abrir aún más el rico cofre de las reminiscencias de nuestra privilegiada historia local y regional, tantas veces subsumida, ingrata e injustamente, en las frondosas páginas de la historia nacional. Vale la pena repensar el mito y la realidad de los Pincheira, tal como nos insta la presente obra histórica.
MARCO AURELIO REYES COCA
domingo, 23 de mayo de 2010
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