domingo, 28 de marzo de 2010

CARMEN ARRIAGADA

FUNDADORA DEL ROMANTICISMO CRIOLLO?



Según la historia de la literatura nacional el romanticismo literario se inicia con Alberto Blest Gana a mediados del siglo XIX, con su clásica obra “Martín Rivas”. Sin embargo, revisando los sucesos de la historia social de Chile nos encontramos con una chillaneja nacida en enero de 1808, y que nos dejara como legado una nutrida correspondencia mantenida con el gran amor de su vida, el pintor alemán Juan Mauricio Rugendas.
Carmen, crece en medio de las importantes relaciones sociales de su padre, Pedro Ramón Arriagada, ligado estrechamente a la lucha por la independencia de Chile, comparte con José de San Martín, Blanco Encalada, Benjamín Viel, entre otros. Se la reconoce como muy crítica del accionar político de Diego Portales, Joaquín Prieto y Manuel Bulnes. Tiene un dominio perfecto del español, el inglés y el francés. En sus lecturas encontramos a Dumas, Víctor Hugo y Walter Scott. Nada común para las mujeres de su época y que nos confirma su fuerte espíritu inquieto, impulsivo y tremendamente liberal.

El 11 de agosto de 1825, sin la aprobación de sus padres contrae matrimonio con el militar prusiano, al servicio del gobierno de Chile, Eduardo Gutike Mundt, once años mayor que ella y que al tenor de la correspondencia se desprende que nunca logró despertar en su adolescente esposa el amor y mucho menos la pasión que sí encontró en Rugendas.

Una vez casada traslada su residencia a Linares, en su fundo Llancanao. Son frecuentes sus visitas a Talca y a Santiago, donde participaba de la activa vida social y cultural. Es muy posible que en uno de esos viajes Carmen conociera a Juan Mauricio, aunque en una carta se deslizan datos que dan a entender q se habrían conocido, o estrechado una amistad, en el fundo de Linares, en noviembre de 1835.

En carta del 13 de noviembre de 1841, le dice a su amado: “¿Te acuerdas del primer viaje, cuando conociste a tu Carmen? ¿Cuentas los 6 años de amor que hemos gozado?”



A comienzo de 1836, Rugendas hace los primeros retratos de los esposos Gutike; dos a lápiz, de Carmen y del Coronel, y un óleo de Carmen. A raíz de sus primeros contactos amorosos y del retrato pintado por Mauricio, el 30 de enero le escribe “el entusiasmo que sus talentos excitaron en mi alma” y más adelante, con cierta preocupación le dice “hay acciones hechas en estos momentos, cuyo recuerdo excita en el alma atroz remordimiento…” hacia el final de esta misiva, y muy angustiada le hace un llamado: “dígame que no he perdido su estimación… olvide los momentos de locura de su amiga” y como postdata, le hace una urgente recomendación: “Gutike leerá todas sus cartas. Quizás. Prudencia”.

En octubre de 1836, los Gutike en compañía de Rugendas salen de Talca con destino a Constitución, a pasar unos días de descanso en la playa. Allí, el pintor hace un nuevo dibujo de Carmen. Cuando Rugendas regresa a Valparaíso, Carmen queda muy triste y abatida. Le escribe, tal vez la carta de amor más bella y romántica de todas.
“!Oh, mi Mauricio! Cómo podré yo hacerte conocer cuánto te adoro y cuánto tu ausencia me martiriza! Es cierto que no estás a mi lado, es cierto que pasarán los meses y los años sin que yo te vea, sin que tus ojos me puedan dejar, sin el amor que fui tan feliz de inspirarte… Que espantoso es para mí ahora el mundo. Mi vida pasa tan insípidamente ¡Tu amor la embelleció!...Nuestro amor no está manchado con nada de criminal o vulgar. Es tu alma que yo quiero en ti. Esa alma fogosa y noble, que muchos desconocen y que yo me lisonjeo de comprender”.

De regreso en Talca, los Gutike-Arriagada comienzan una crisis provocada por los celos del coronel y que le van a acompañar por toda la vida. En algún momento de crisis, Carmen le grita a su marido que la encierre en un convento porque no quiere vivir más con él.
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Los encuentros de los enamorados fueron pocos y muy fugaces, pero, según la correspondencia, de gran intensidad, como queda de manifiesto a través de las numerosas cartas que aun se conservan.

El 26 de mayo de 1837, desde su residencia en Talca le escribe: “Quieres saber hasta dónde llega mi amor por ti? Oye. Hay horas en que mis quehaceres me distraen de tus recuerdos; otros momentos en que por la debilidad de mi cabeza quedo largo rato sin pensar en nada y completamente enajenada. Cuando llega la hora del descanso, cuando vuelvo en mí, me reprocho como una falta estos momentos de olvido involuntario y me aflijo. No quisiera tener nada que pudiera distraerme, quisiera consagrarte todos los instantes de mi existencia…”

Al comenzar el invierno de 1838, Rugendas realiza una cuarta visita a su amada, esta vez en Talca. Las anteriores habían sido en Linares (1835), en Talca (1836), y en Constitución, (1837). Días antes de la llegada del amado, Carmen escribió una carta con pasajes muy patéticos de su amor por el pintor y de su angustia por no tenerlo junto a ella.

“Si el dedo de la suerte me ha señalado para hacerme sufrir, si todo lo que he esperado me ha salido vano, si el torrente de vida que a veces no cabe en mí no sirve sino a mostrarme después mi completa aniquilación. ¿Qué quieres? He de temer en todo, éste es mi destino, y mis penas no son aquellas que se ofrecen al cielo. ¿Toma en cuenta Dios, acaso, las penas de un corazón culpable? No; mas, espero que estas mismas penas sean el castigo por las faltas, y entonces sufrir con paciencia es un mérito,”

Difícil resulta , amigo lector, seleccionar y sintetizar en tan poco espacio esta manifestación de amor sin medida, de esta chillaneja que solo supo de sufrimientos y desdichas, además de una salud que no le acompañaba. En agosto de 1841, cae enferma, debe permanecer 11 días en cama. Los médicos que la atienden recurren a las sanguijuelas y a la “leche con goma”. Sabiendo que Rugendas esta por llegar a Talca nuevamente, se anticipa y le escribe:
“A tu lado gozaré del benéfico influjo de la primavera y me reanimaré y viviré, te estrecharé a mi pecho y tus dulces besos me volverán la fuerza, el vigor que parece me abandona… seré joven otra vez, pero me contentaré con un beso, con un abrazo, tal vez con verte… ya sé que esos son los únicos goces que puedo pretender del amor… pero en medio de los tormentos de un amor incompleto, me consuela la idea de que al menos lo que gozamos de él no nos deja ni vergüenza ni remordimiento y que así como te amo puedo amarte hasta el último instante de mi vida . El sobresalto no me deja quietud, tengo que despedirme de ti, tengo que imponer silencio al tumulto de mil deseos, de mil quejas que se levantan en mi alma. Adiós, tú por quien yo vivo; el amor mío te acompaña siempre y siempre te amará tu C.” Seguramente la prudencia le llevo a firmar esta carta, simplemente con una C, aunque siempre su correo fue muy seguro y discreto.

Los cuatros años siguientes serán muy duros para nuestra protagonista. A Talca llegan los comentarios de un romance entre Juan Mauricio Rugendas con una joven dama de Valparaíso, la señorita Clarita Álvarez Contardo .El pintor viaja al norte, pasa al Perú y luego a Bolivia. El país vive una efervescencia política, social y cultural. Su salud se complica y la vida junto a su esposo, es cada vez más insufrible.

Ella escribe: “Rugendas, yo estoy tan acostumbrada a padecer, tan hecha al dolor, que no se debe traer a consideración lo que yo sufro, porque, en fin, parece que yo he nacido para eso… Rugendas, perdí la fe y no creo en Dios.” Concluye esta carta seguramente con la vista nublada por las lágrimas: “No, Rugendas, yo no puedo pensar mal de Ud., no. Además, ¿por qué pensaría yo mal porque Ud. Ama a un nuevo objeto, si éste es superior al que Ud. Amo un día? Ud. Se sintió atraído por las gracias, belleza y juventud y no ha encontrado que se ha equivocado. ¿Qué hay de extraño en esto? Si Ud. Por el contrario se hubiera visto inclinado por venganza, por despecho, a un ser joven y bello… Si Ud. Cree que será feliz siempre, séalo y si la bendición de una amiga puede servir de algo, Ud. Tiene la mía. Sea feliz, séalo Ud. … ” Puede haber amor más sublime y generoso que éste.



Mauricio Rugendas regresa a Chile, el 23 de enero de 1845, llega a Valparaíso y aunque había prometido una nueva visita a su amada, ésta se cumple, pero sin la tranquilidad deseada. Estuvo dos o tres semanas en Talca, se despidió de muchos amigos, para Carmen no hubo tiempo. Regresa urgente a Santiago. El 13 de febrero, se encuentra nuevamente en Valparaíso y a través de una nota publicada en El Mercurio del día 14, se despide de sus amistades. Regresa a Europa.

Carmen ha quedado sola, profundamente sola, tristemente sola. Sigue escribiendo. Viaja a Constitución. Después de diez años, va a vacacionar en las Termas de Chillán. De tarde en tarde llegan cartas de Juan Mauricio. El 12 de enero de 1858, Gutike muere en Constitución. El 29 de mayo, de ese mismo año fallece, en Weilheim, Alemania, Juan Mauricio Rugendas.

Aún faltaba más soledad. Ella vivió amando el recuerdo de aquel hombre fugaz. Vivió enferma, deseando morir. Esperando una muerte que se negaba a llegar. Vivió hasta los 92 años, falleció el 16 de junio de 1900, en Talca.

No está Rugendas, no está Carmen. No está el olvido. Tenemos aquellas cartas de amor, de esta chillaneja apasionada y que sin duda constituyen las primeras expresiones del romanticismo chileno. Aquellas cartas están con nosotros para vivir eternamente.

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