sábado, 27 de marzo de 2010

¿POR QUE LOS FUNERALES DE LOS BOMBEROS SON DE NOCHE?





Era el año de 1859, Chile vivía una encendida revolución con características de guerra civil. Numerosos sectores de la ciudadanía atacaban al gobierno por su excesivo autoritarismo y para que se imprimiera una línea mucho más liberal en sus iniciativas. A pesar que los postulados de los Cuerpos de Bomberos disponen que en ellos no se deba discutir de política ni de religión, aquel año las pasiones y los sentimientos habían rebasado los límites de la razón y de la lógica y la opinión partidista había proliferado entre sus componentes como sucedió en casi todas las instituciones del país.

A los voluntarios de la Tercera Compañía de Valparaíso se les consideraba antigobiernistas debido a que su director, don Ángel Custodio Gallo Goyenechea, era hermano de uno de los jefes más destacados de la revolución, don Pedro León Gallo. Don Ángel Custodio fue encarcelado, como igualmente el captan y un teniente; otros oficiales hubieron de ocultarse, o huir, como lo hiciera el secretario, que se fue al Perú.

Que la persecución política se había desatado se puede comprobar al revisar el libro de Guardia de la Compañía en el cual, con fecha 3 de febrero de 1859, se puede leer lo siguiente:

“Tenemos que lamentar la desgracia de la pérdida de uno de los miembros de la Compañía que ha sido extraído hoy de la casa del cónsul americano. También hay otros que están ocultos, de los cuales ya o tenemos esperanza alguna, para que nos acompañen en nuestro trabajo y fatigas. Que la felicidad y buena estrella los acompañen por doquiera que se encuentren”.

Por esos agitados días falleció el voluntario Domingo Espiñeira. Las autoridades negaron el permiso para que la Compañía reuniera a sus componentes y asistieran a sus funerales. Pero eran tiempos de lucha y había que sacrificarse y exponerse para obtener lo que se anhelaba, y además la lealtad hacia un hermano de ideales estaba por sobre cualquier peligro. Reunidos clandestinamente los terceritos acordaron efectuar los funerales de noche, y así lo hicieron.

No brillaron los bronces de los cascos ni el dorado de los botones de las casacas al reflejarse el sol en ellos; pero cada voluntario que asistió llevaba un sol propio en sus manos: un humilde chonchón que, junto con alumbrar el camino, era la última luz que recibía el hermano de ideales antes de ir a internarse en la oscuridad muda y misteriosa de la eternidad.

Desde entonces, y creando una tradición de magia y leyenda, los Bomberos de todo Chile, sepultan de noche a sus compañeros de nobles postulados; portando en sus manos acostumbradas a las hachas pitones, modestas y humildes antorchas que, acompañando a la muerte, simbolizan el Fuego y la Luz palpitante de la vida.

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